Atentado en las Ramblas: periodismo, política y realidad

La tecnología nos rodea en todos nuestros días, también en aquellos momentos en los que el ser humano saca a relucir su peor cara. Tras el atentado terrorista sufrido en las Ramblas, vuelve a quedar patente la responsabilidad individual y colectiva de su buena utilización.

Hemos evolucionado desde una limitación de fuentes de información, pasando por medios más o menos objetivos y variados hacia una sociedad interconectada en redes sociales muy fluidas, con la posibilidad de comunicar de forma libre en cualquier web. Vivimos con anterioridad esa rapidez de información llegando a intoxicar la veracidad, bautizada con el eufemismo de post-verdad.

Cualquier persona puede captar con su teléfono móvil imágenes y videos, lo que no le convierte automáticamente en reportero o periodista, pero si en una fuente de información bruta con todo lo que ello conlleva.

La recomendación de no retransmitir los contenidos para preservar la intimidad de familias y victimas es acertada, pero más concisa sería hacerlo sobre contenidos donde se pueda identificarlas. Un arma de doble filo, entre alejar la cruda realidad de nosotros y causar terror o publicidad a los autores. Cada persona puede interpretar de forma diferente un video, causando sentimientos diferentes y encontrados.

Cabe preguntarnos con sinceridad:

  • ¿Habría reaccionado igual ante la noticia sin el contenido visual en bruto?
  • ¿Reenviando el material gráfico estoy colaborando a transmitir un sentimiento bien intencionado o simple publicidad morbosa?
  • ¿Si el origen del contenido estaría a miles de kilómetros de distancia actuaría igual?

La insensibilización progresiva a la violencia lleva años cuajando entre nosotros; cada uno debe medir, en la medida de lo posible, el ámbito de repercusión que provocan sus acciones. Tarea nada fácil.

Lo que si debe quedar claro, las fuerzas de seguridad se emplean a fondo para garantizar la seguridad de los ciudadanos, no es una profesión es una vocación;  las injerencias de la política en los mandos policiales deberían alarmarnos en igual medida.

En la misma Cataluña, dos meses antes, la destitución del mando general de los Mossos y  asignación de Pere Soler i Campins, dentro del carácter totalitario de un nacionalismo en el que se prioriza la facilitación de incumplimientos de leyes frente a la protección de los ciudadanos, hayan votado o no al mismo partido que le puso al mando, dice mucho de las prioridades de algunos políticos.

Estos momentos de consternación y dolor deben ayudar a reflexionar, buscando la unidad de los demócratas en Cataluña y en el resto de España. Otro crespón negro junto al nombre de la ciudad: Londres, Estocolmo, Burgas, París, Copenhague, Bruselas, Niza, Berlín, Estocolmo, Manchester… no sirve si no se acompaña de acciones reales más allá del papel o el blog.